Desde la invasión Española se iniciaron procesos de sometimiento social a la religión y la justicia. Durante la República, el Estado Colombiano, facultado por la Constitución de 1890, implementaba políticas para absorber los pueblos indígenas dentro de la sociedad colombiana a través de misiones católicas y de otros representantes del Estado que imponían su versión de la justicia sobre los pueblos ancestrales.
La función de las misiones era evangelizar, es decir, cambiar la conciencia de los indígenas, hacer matrimonios católicos y bautizar castigando a quienes no obedecían, instaurar un nuevo modelo de educación con otra lengua, e incluso, cambiar los nombres de los pueblos y de las personas por nombres en castellano, como intento de borrar la relación del Pueblo Kággaba con el Territorio.
Estas intervenciones, avaladas desde el Estado colombiano, fueron resquebrajando la cultura y hasta el día de hoy, las afectaciones se siguen sintiendo. Aunque los mama siguieron entonces y siguen en la actualidad ejerciendo y cumpliendo con las normas propias, muchos indígenas quedaron formados en esas religiones. En la actualidad, uno de los daños palpables de la evangelización es el debilitamiento del sistema de organización social interna, fuente de exterminio cultural. Sin duda, la fuerza de los mama mantuvo, en medio de las presiones, el ejercicio y cumplimiento de las normas propias, razón por la cual, hoy se cuenta con ellos para volver a leer en el territorio la Ley de Origen, haciendo posible el ejercicio espiritual, político y cultural.